18 de octubre de 2012

Si Peter Pan viniera...


A veces me pongo a pensar en esa mezcla de inocencia y madurez que tengo dentro. Hubo cosas por las que tuve que madurar a la fuerza, hacerme responsable de cosas que superaban mi edad, crecer de golpe sin quererlo. Y al mismo tiempo salvaguardé dentro mío aquello que no llegué a vivir, esas cosas inocentes infantiles que no pude, o no supe, explotar.
Ninguno de los dos aspectos me molestan ni me incomodan, al contrario, me siento orgullosa de ello. La madurez me dio sabiduría para algunas cosas, retó mi intelecto al máximo, me hizo "esponja", como digo yo.
Ese mismo lado está en la inocencia, en el siempre querer aprender, en la capacidad de sorprenderme por lo más mínimo.
A veces se contraponen, no se ponen de acuerdo, me juegan malas pasadas. Me hacen analizar las cosas de manera confusa, me plantean más interrogantes que respuestas. A veces siento que retengo la inocencia con todas mis fuerzas, como si fuera algo que puedo perder pero no quiero hacerlo.
Y también a veces me sorprende mi reacción ante las cosas, y me exaspera no sentir la pasión inocente que sentía antes.
Ojala nunca pierda esa capacidad de asombro, ojala pueda seguir sintiendo todo de manera tan extrema, el dolor y la ilusión, la pasión y la sorpresa, la tristeza y la alegría. Ojala las cosas no dejen de sorprenderme a cada paso.
Complejo de Peter Pan si se quiere, mi propio complejo al fin.