¿Se acuerdan de esa sensación de la adolescencia de que el mundo es algo que nos podemos llevar por delante y que no hay nada que nos detenga?
Yo la recuerdo de refilón. Para cuando me llegó la adolescencia, la vida me estaba pasando por encima como un tornado, y lejos me dejó de la tierra de Oz. Sin embargo llegué a vislumbrar un atisbo de esa sensación, de esa idea joven de que las reglas las pone uno y todo es posible.
Hoy todavía tengo una reminiscencia de eso, una necesidad de sentir ese rush, esa adrenalina, de juntar esas fuerzas para sentir que nada me derrota y nunca nada lo va a hacer. Pero será por la edad, la cultura, o por mis propios prejuicios, algo me dice que estoy grande para eso, que tengo que poner los pies sobre la tierra y acotarme a lo que la realidad me presenta. A mi edad ya no se cuenta con esa protección omnipresente de los padres, que nos hace sentir que no importa lo que pase, todo va a estar bien. No existe la clara imagen de que todo lo que tenemos por delante es la vida, y lo único que tenemos que hacer es empezar a transitarla.
Mis pies se mueven inquietos, quieren caminar, correr, liberarse, soltar anclas, que les salgan alas. Pero mi cabeza les impide elevarse, les dice que ya no están para estos trotes y que tenemos que aprender a vivir con lo que nos toca. Las ansias de sentirse todo poderoso, de que todo escollo es solo eso, un objeto en nuestro camino, nada que no podamos soltar o sortear.La necesidad de sentir que mis fuerzas son mayores que la gravedad de la realidad que me rodea.
Las imperiosas ganas de volar.
Más porvenir
Hace 11 horas
Yo no sé si hay una edad límite para correr, para volar, todavía yo suelo hacerlo y creo que me ha ido bien, ¡ánimate! tienes a tu favor un espíritu libre y joven
ResponderEliminarCreo que siempre podemos volar, correr pero que todo inicia con un paso.
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