Ya les conté que uno de los placeres que me dio la lectura es Sherlock Holmes, el protagonista de la primer novela que leí. A lo largo de los años, las varias adaptaciones que se hicieron de este personaje y sus historias me dejaron mucho que desear, tanto que cuando salió la miniserie de la BBC no quise saber nada con verla, temerosa de una nueva decepción.
Porque ¿cuál es el problema con las adaptaciones de un personaje querido? Lo más usual es que comparemos eso que vemos en pantalla con la imagen mental que creamos y eternamente mantuvimos, y claramente nunca le va a llegar ni a los talones porque la imagen en nuestras cabezas tienen más detalles incluso que los indicados por el autor. Pero también existe una cuestión técnica, casi teórica, y son los detalles que el autor sí nos provee y que no podemos evitar comparar con la adaptación. Esto último es lo que me pasó con las versiones de Sherlock Holmes previas: había leído tantas veces todas las novelas, que cualquier detalle perdido, omitido o mal utilizado, significaba un golpe a mi hígado de fanática.
Sin embargo, ante la insistencia de varios conocidos, decidí probar suerte con la miniserie en cuestión. Grata sorpresa me llevé, pese a ser un Sherlock moderno, lejos de las calles victorianas y el sombrero hongo de Watson, contiene en esencia los rasgos del Sherlock más puro, como recién salido de la pluma de Sir Arthur Conan Doyle. Nos presentan a un Sherlock con esa picardía intelectual tal cual el original, con su sarcasmo que no llega a serlo porque ni siquiera se encuentra interesado en dar a entender algo a quienes nunca lo entenderían.
Así mismo nos presentan a un Watson inocente pero no por eso cobarde, con sus manías de militar y médico, con su cabeza romántica e idealista puesta en juego en cada caso.
Como extra para agrado de los fanáticos, si bien los misterios no son adaptaciones de los originales, cada capítulo nos provee de algunas particularidades que nos rememoran a las investigaciones plasmadas por Conan Doyle, pequeños detalles que hacen sonreír a cualquier adicto al detective londinense.
En definitiva, lejos de cualquier adaptación que se haya hecho con anterioridad, la miniserie de la BBC logra resucitar la esencia de Sherlock y Watson y fundirlos con la sociedad actual de una manera magistral.
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