Siempre que me pongo a escribir, las mismas ideas surgen para empezar un texto: respirar hondo, dejar la mente ir, las ideas que vuelan solas. Quizás porque para mí escribir no implica solo el texto, sino que incluye todo el proceso que me lleva a ello.
Una vez me preguntaron cada cuanto escribo en el blog, y la respuesta fue que cuando me sale. Porque es así para mí, es un proceso en sí mismo, desde que la primer idea llega a mi cabeza, pasando por el camino que me permite hacerlas palabras, hasta el momento en que logro plasmarlas en un texto.
Hoy las palabras llegan así de la nada, arriba de un colectivo, sin una idea puntual que las inspire, solo la necesidad que escribir lo que me viene a la mente.
Quizás exista un patrón, quizás mi cabeza tiene un disparador, algo que genera esta necesidad, pero todavía no logro identificarlo y la verdad que no quiero hacerlo. Prefiero esta libertad de acción que me lleva a mover los dedos, a tipear, donde sea que este, en el momento que sea.
Muchas veces la vida nos inspira, muchas veces no, y así y todo escribo.
Me alegra tener esto que me puede salir por impulso y que nadie ni nada puede detener.
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