7 de noviembre de 2010

Y en mi cabeza tarareo por décima vez la misma canción

Paz... La noche invita a escribir una y mil frases. La noche siempre invita al silencio, a los pensamientos, a los suspiros.
Ese aire que entra por la ventana recuerda al viento que nos golpea en cada esquina, nada tan refrescante como esa brisa.
Pero los ruidos que vienen de la calle siempre nos devuelven a la realidad, al cuerpo cansado, a los ojos que arden porque necesitan reposar, aunque no sea eso lo que queramos.
Cierro los ojos y escribo, como hago siempre que puedo. Esas mil frases, como siempre, se agolpan en mi cabeza, se cruzan con otras mil frases que salen del alma, se juntan todas en mis manos, alcanzan la punta de los dedos, pero no logran transcribirse, concretarse, salir al exterior.
Tendrían que existir un lector de mentes, un aparato que nos muestre en imágenes aquello que está rondando nuestras ondas cerebrales.
"Si doña, ¿ve esto? Es que usted está pensando en lo cómodo que es este sillón y eso le genera bienestar y le trae recuerdos de aquel almohadón que usaba para sentarse en el pasto a ver las nubes pasar", "Claro, y esas nubes le hacían pensar en animales, en seres mitológicos, en barcos surcando la inmensidad azul del cielo".