26 de febrero de 2012

Miedos

En la vorágine del cambio, de la incertidumbre del momento, de las cosas que fueron seguras durante años pero que llegan a su fin, dentro de todo eso uno busca aferrarse a otras cosas, otras seguridades, otras verdades propias.
El problema es que en el pánico del movimiento, no necesariamente nos aferramos de la mejor manera, sino de la manera que nos sale para sentirnos atados a algo, para anclar, para no sentirnos a la deriva.
Me causa intriga esa necesidad que siempre tuve de un terreno firme. Es solo mía esa inquietud o a todos les pasa? Dejé el que siempre fue mi lugar seguro, aunque hace un tiempo se tambaleaba y eso se reflejaba en un montón de cosas, incluso algunas positivas, porque deja el lugar a que nuevas cosas surjan, aunque tambaleantes o débiles, nuevos planes se forjan, nuevos escenarios se dibujan.
Quisiera poder hacer todo esto sola, me gustaría no depender tanto de quienes me rodean, poder empezar todas esta nuevas cosas con mi propio sostén únicamente. Pero no lo logro. Lo cual es irónico porque hasta no hace muchos años consideraba que la mayoría de las cosas de mi vida las había conseguido sola, sin esfuerzo.
Esto me plantea dos miedos: primero, todavía no sé la manera de poner un limite al otro cuando en algún momento yo le doy entrada, si yo abro la puerta, como poner el parate? Porque no es raro que yo me sienta asfixiada, atosigada, ahogada, lo que automáticamente me retrae a mi viejo y conocido ostracismo. Segundo, el punto contrario, me cuesta a mi poner el stop en aquellos casos en que me sentí segura, firme, siempre me paso de revoluciones y causo el efecto de ostracismo en el otro.
Existen puntos medios para cualquiera de los dos casos? Son mis miedos fundados o son hijos de mis miedos primarios?
Lo que sea que pase, solo esta logrando que me aislé de una manera u otra, y que me sienta caminando sobre arenas movedizas en cualquier momento menos cuando estoy sola...

22 de febrero de 2012

Chile parte 1: la previa interior

Día 1 de mi primer viaje sola. Un poco nerviosa, más ansiosa que otra cosa, es algo que hace varios años que quería hacer pero nunca me había animado. Creo que no es una cuestión de coraje, eso viene solo cuando llega el momento correcto. Y que tiene este momento que tantos otros no tenían? Muchas cosas: una libertad mental que hace mucho que no sentía, que alguien me ayudó a descubrir pero que no había hecho propia hasta ahora; una libertad emocional que tuve que aprender que aceptar y a hacerla mía, propia, privada, a mi manera y a mi tiempo; una seguridad sobre lo que tengo y lo que quiero, las posibilidades, los impedimentos, los facilitadores.
No sé qué va a salir de esta experiencia, pero sea lo que sea me va a ayudar a seguir trabajando en esto que soy en lo que me quiero seguir convirtiendo. La evolución es constante, solo es cuestiónu de llegar al punto donde comienza y saber reconocer el camino, sin apartarnos en las dificultades.
Por ahora, les escribo desde el avión de ida y lo subo cuando aterrice. Los mantengo al tanto.

12 de febrero de 2012

Varios asesinatos, una resurrección

Ya les conté que uno de los placeres que me dio la lectura es Sherlock Holmes, el protagonista de la primer novela que leí. A lo largo de los años, las varias adaptaciones que se hicieron de este personaje y sus historias me dejaron mucho que desear, tanto que cuando salió la miniserie de la BBC no quise saber nada con verla, temerosa de una nueva decepción.
Porque ¿cuál es el problema con las adaptaciones de un personaje querido? Lo más usual es que comparemos eso que vemos en pantalla con la imagen mental que creamos y eternamente mantuvimos, y claramente nunca le va a llegar ni a los talones porque la imagen en nuestras cabezas tienen más detalles incluso que los indicados por el autor. Pero también existe una cuestión técnica, casi teórica, y son los detalles que el autor sí nos provee y que no podemos evitar comparar con la adaptación. Esto último es lo que me pasó con las versiones de Sherlock Holmes previas: había leído tantas veces todas las novelas, que cualquier detalle perdido, omitido o mal utilizado, significaba un golpe a mi hígado de fanática.
Sin embargo, ante la insistencia de varios conocidos, decidí probar suerte con la miniserie en cuestión. Grata sorpresa me llevé, pese a ser un Sherlock moderno, lejos de las calles victorianas y el sombrero hongo de Watson, contiene en esencia los rasgos del Sherlock más puro, como recién salido de la pluma de Sir Arthur Conan Doyle. Nos presentan a un Sherlock con esa picardía intelectual tal cual el original, con su sarcasmo que no llega a serlo porque ni siquiera se encuentra interesado en dar a entender algo a quienes nunca lo entenderían.
Así mismo nos presentan a un Watson inocente pero no por eso cobarde, con sus manías de militar y médico, con su cabeza romántica e idealista puesta en juego en cada caso.
Como extra para agrado de los fanáticos, si bien los misterios no son adaptaciones de los originales, cada capítulo nos provee de algunas particularidades que nos rememoran a las investigaciones plasmadas por Conan Doyle, pequeños detalles que hacen sonreír a cualquier adicto al detective londinense.
En definitiva, lejos de cualquier adaptación que se haya hecho con anterioridad, la miniserie de la BBC logra resucitar la esencia de Sherlock y Watson y fundirlos con la sociedad actual de una manera magistral.