30 de junio de 2009

El Sol y las Flores

Dijo García Márquez que el amor es tan importante como la comida, pero que no alimenta.
Uy, ¿voy a tener que estar en desacuerdo con mi autor favorito?
Claro que alimenta, nutre el cuerpo, le da vida, brillo.
Otra autora que me gusta, Mayu Shinjo, dijo a través de uno de sus personajes que el amor es como el sol que ilumina a las flores, y hace que estás vivan y se renuevan.
A todo esto, Lady Eowyn dice:

El amor me alimenta, da energía a mi espíritu, vigoriza mis músculos, ilumina mi mirada, me da un aire de estar viva que nada más le puede dar.
El amor a la vida misma es ese sol que me despierta por la mañana, que calienta mi cuerpo y me impulsa a levantarme.
Cada célula de mi cuerpo se alimenta con un amor.
Mi cerebro, con el amor a la literatura, al conocimiento, al saber.
Mis ojos, con ese amor tierno y eterno a ese hombre junto a mí que los ilumina.
Mis piernas, con el amor a la energía, a la vida dinámica, al hacer.
Mis brazos, con el amor a los amigos, a la gente que abrazo, a quienes levanto entre mis brazos.
Dicen que el amor no alimenta como la comida, pero yo creo lo contrario, sino observen entonces esto que me da tantas fuerzas para moverme, para mirar el mundo y sonreír.

Mi adiós al Puto más Lindo

Fuente:  Diario Crítica de la Argentina, versión digital del 01.12.2008

No hay caso, es imposible ilusionarse con el hecho de que la gente se calme en los aeropuertos. Me toca viajar a menudo en avión y en vez de mejorar, la cosa empeora.

Ni bien uno entra a un aeropuerto ya nota el clima de histeria y demencia. Fíjense en los gestos y las expresiones, en las caras. Los ojos salidos, fuera de órbita, los ceños refruncidos, miles de papeles en las manos y discuten por todo, que dónde pusiste tal papel, que nos vamos por tal aerolínea, que sale a tal hora y no a esa que dijo la tía…

Corren como energúmenos llevándose todo por delante y nunca un permiso o perdón. Es gracioso sentarse a mirar los malabares que algunos tienen que hacer para llevar sus valijas: tienen tres o más colgadas del cuello, una en una mano y la otra, la grandota con rueditas, que se les vuelca al piso cada vez que la miran. Consejo de alguien que voló mucho tiempo: ¡no miren la valija que arrastran, se cae!

Al llegar al check in no encuentran el pasaporte y para buscarlo apoyan todo lo que tenían en las manos sobre el mostrador, carteras, bolsos, anteojos, lapiceras, celulares, pasajes, cigarrillos, llaves, etc. Apareció el pasaporte, estaba en el fondo de otro bolso... ¡Qué susto! El asiento de la salida de emergencia está ocupado, otro disgusto y más malhumor. Las valijas no tienen etiquetas, a llenar de apuro las cuatro etiquetas también sobre el mostrador. Se te caen los anteojos al piso. Terminado ese trámite, a tomar algo con el o los que te llevaron al aeropuerto, a hablar de pavadas y es un festival de frases hechas como, “¡Y bué, ya están!”, o “¡Qué emoción, ya casi están en el avión!”, o “¿No se olvidan nada?, ¿tienen la plata?, ¿los papelitos con los números de teléfono de Panchito…?”. Y seguro que algo faltaba.

Además, la gente piensa que en el lugar donde van no va a haber nada, ni pasta de dientes, ni calzoncillos, ni guantes, ni nada. He visto gente alarmada porque se había olvidado de empacar el traje de baño.

Luego llega el momento de subir y los esperan seguridad y Migraciones. En seguridad les suena absolutamente todo y, se saquen lo que se saquen, sigue sonando. Es realmente frustrante. En Migraciones, los nervios de que por alguna puta casualidad del sistema te confundan con un narco son agotadores. Es que uno siempre piensa que en algún lugar lo van a trabar. ¡No puede salir todo bien el día que te vas de viaje!

Llega el momento del free shop y el primer gasto al pedo, esos 350 dólares que jamás calculaste y ya te gastaste antes de salir. Es que una cremita, un perfumito, dos o tres cajas de puchos y un whiskicito importado tientan… Chau cálculos.

La subida al avión es otro suplicio. Los aviones cada vez tienen más asientos y era mentira el aviso enorme sobre la 9 de Julio que pregonaba “y ahora más espacio en turista”. El compartimento sobre tu asiento ya está ocupado y no tenés dónde meter la valijita chiquita con rueditas, esa que te dijeron que era ideal porque cabía en todas partes… Esa que es para llevar arriba porque tiene el tamaño del pasillo y de los asientos… Ya casi no hay más asientos de dos, así que si vas solo, te tocan dos extraños, y si vas con tu pareja te toca un extraño… El extraño siempre es un moplo.

Tenés la boca seca y el avión no arranca. Hace calor porque como está en tierra todavía no prendieron el aire acondicionado. Sofocante. La azafata pasa y no te mira. Pasa otra y no te mira tampoco. Pasa un azafato y pensás que debe ser macanudo. Te mira. Le pedís el vaso de agua y te dice que no, que “hasta que no despeguemos no se puede”.

Por la ventanilla ves que todavía siguen cargando valijas, y sigue subiendo gente y sigue subiendo gente. Y te cagás de calor y ya te morís de sed. Por eso, siempre recomiendo llevar una botella de agua (que deberá ser comprada cuando pasaste seguridad, si no te la sacan).

El avión no sale y pensás que es por vos, algo mal hiciste, encima cada vez que dicen “Pasajero tal” pensás que van a decir tu nombre, como en el colegio…

Finalmente, a los 20 minutos se empieza a deslizar hacia atrás, bajan las luces de la cabina, te relajás y llega el primer suspiro. ¡Empiezan tus vacaciones! 


Fernando Peña 

13 de junio de 2009

Al aire que respiro y a la tierra que me alimenta

Madre Tierra, píntame el mundo en el cuerpo. Hazme sentir la naturaleza en mi piel. Que ese verde en los campos brille a través de mis ojos y el olor de la brisa se deslice en mis suspiros. Madre Tierra, la maravilla de tu creación abruma mis sentidos. Apoyo mi mano sobre la corteza de aquel árbol, siento como la vida corre a través de él, escucho que intenta contarme sobre cosas antiguas, muy antiguas. Madre Tierra, me gustaría esconderme en tu seno, que me protejas con tu calor, sentir que tu Creación me rodea y me revitaliza. Madre Tierra, la cárcel de cemento me agobia, deseo ver el cielo y solo veo luces. Quiero llegar a tus raíces, quiero disfrutar de tus orígenes, quiero sentir la negra tierra bajo mis pies.

11 de junio de 2009

Nadie lo dijo mejor que Cortázar

Fuente: Rayuela, Capítulo 68, Julio Cortazar


Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias. 

10 de junio de 2009

Dicen Bécquer y Lady Éowyn

"Dos rojas lenguas de fuego
que a un mismo tronco enlazadas
se aproximan, y al besarse
forman una sola llama."

Es un fuego que me quema, que nace de mi pecho, recorre mis venas con la fuerza de mi propia sangre, oxigena mi cuerpo, le da nueva vida.
Es un fuego que se une al tuyo cuando nuestros cuerpos se tocan, cuando un simple beso roza mis labios, cuando tus caricias recorren mi cuerpo.
Es una sola llama que nos abraza, nos rodea. Pero no nos consume, sino que nos alimenta, nos brinda calor y luz, nos da energía para que la llama de cada uno sobreviva.

"Dos olas que vienen juntas
a morir sobre una playa
y que al romper se coronan
con un penacho de plata."

Porque el momento de la unión es gloriosa, porque los astros chocan en el cielo provocando que el Universo vuelva a formarse a nuestro alrededor.
Y la misma gloria trae la paz de las aguas, esa paz de las olas cuando llegan a la costa y se recuestan sobre la arena. Esa armonía entre los dos elementos que se funden, se compenetran, se entienden y no vuelven a separarse.

"Dos ideas que al par brotan,
dos besos que a un tiempo estallan,
dos ecos que se confunden,
eso son nuestras dos almas."

Dos almas que se encontraron por casualidad, se besaron por el destino, se abrazaron para nunca separarse.
Dos ideas diferentes, mentes tan diferentes, y esa diferencia es la que las unió. Porque se complementan, encastran tan perfectamente como cuando apoyo mi cabeza en el hueco entre tu hombro y tu cuello, cuando me decís que encaja tan bien que nunca la sacarías de ahí, salvo para besarme.

(Rimas XXIV)

2 de junio de 2009

Los Primos

En el libro que estamos leyendo actualmente (1), en el grupo de lectura en el que participo, un adolescente con Síndrome de Asperger, utiliza los números primos para dar orden a sus ideas, incluso los utiliza para numerar los capítulos del libro que escribe. ¿Por qué le gustan los números primos? Porque son lógicos y no hay manera de averiguar cómo funcionan. Gran contradicción. Cuando uno actúa de manera lógica, todo tiene que tener un sentido, una razón de ser, un mecanismo, un razonamiento, un proceso. Una de las definiciones de la RAE para "lógico" indica: "Dicho de un suceso: Cuyos antecedentes justifican lo sucedido.", con lo cual, cualquier acción lógica implica que esté justificada por sus causas.

Aquí entra la contradicción: no hay manera de averiguar cómo funcionan los números primos. Con lo cual, sus antecedentes no son justificables.


Sin embargo, son una constante, lo que da tanta seguridad como un razonamiento lógico. No pueden ser justificados, pero son tan exactos que no dejan lugar a la incerteza.


Ahí es donde le dan seguridad al protagonista, en esa imposibilidad de error, en esa seguridad de que esos números son tal cómo se los representan, en esa complejidad que encierra tanta simplicidad.


Otro punto por el cuál puede ser que le gusten los números primos es porque son números solitarios. Son números aislados del resto de los naturales. Solo pueden ser relacionados con el uno o con ellos mismos, ningún otro número los compone, no se complementan con nadie más.


Lo mismo le sucede a nuestro protagonista, aislado de la sociedad por un problema que ni siquiera la ciencia puede explicar (hay quienes dicen que el Asperger se hereda genéticamente, pero no hay una causa única identificable). Incapaz de adaptarse a un grupo de manera completa, naturalmente se marginan, solo pueden relacionarse consigo mismos, y aquellas relaciones que logran forjar son bajo sus propias y particulares reglas.


Pero son, existen, surgen esas relaciones, aunque sean tan particulares. Aunque al afectado por el síndrome le cueste identificar los sentimientos y reacciones del otro, aunque no comprenda algunos de sus actos o palabras. No puede mantenerse aislado, porque aunque sea solo en el número 1, las personas y los números primos buscan compañía.



(1) "El curioso incidente del perro a medianoche" de Mark Haddon.