30 de junio de 2009

Mi adiós al Puto más Lindo

Fuente:  Diario Crítica de la Argentina, versión digital del 01.12.2008

No hay caso, es imposible ilusionarse con el hecho de que la gente se calme en los aeropuertos. Me toca viajar a menudo en avión y en vez de mejorar, la cosa empeora.

Ni bien uno entra a un aeropuerto ya nota el clima de histeria y demencia. Fíjense en los gestos y las expresiones, en las caras. Los ojos salidos, fuera de órbita, los ceños refruncidos, miles de papeles en las manos y discuten por todo, que dónde pusiste tal papel, que nos vamos por tal aerolínea, que sale a tal hora y no a esa que dijo la tía…

Corren como energúmenos llevándose todo por delante y nunca un permiso o perdón. Es gracioso sentarse a mirar los malabares que algunos tienen que hacer para llevar sus valijas: tienen tres o más colgadas del cuello, una en una mano y la otra, la grandota con rueditas, que se les vuelca al piso cada vez que la miran. Consejo de alguien que voló mucho tiempo: ¡no miren la valija que arrastran, se cae!

Al llegar al check in no encuentran el pasaporte y para buscarlo apoyan todo lo que tenían en las manos sobre el mostrador, carteras, bolsos, anteojos, lapiceras, celulares, pasajes, cigarrillos, llaves, etc. Apareció el pasaporte, estaba en el fondo de otro bolso... ¡Qué susto! El asiento de la salida de emergencia está ocupado, otro disgusto y más malhumor. Las valijas no tienen etiquetas, a llenar de apuro las cuatro etiquetas también sobre el mostrador. Se te caen los anteojos al piso. Terminado ese trámite, a tomar algo con el o los que te llevaron al aeropuerto, a hablar de pavadas y es un festival de frases hechas como, “¡Y bué, ya están!”, o “¡Qué emoción, ya casi están en el avión!”, o “¿No se olvidan nada?, ¿tienen la plata?, ¿los papelitos con los números de teléfono de Panchito…?”. Y seguro que algo faltaba.

Además, la gente piensa que en el lugar donde van no va a haber nada, ni pasta de dientes, ni calzoncillos, ni guantes, ni nada. He visto gente alarmada porque se había olvidado de empacar el traje de baño.

Luego llega el momento de subir y los esperan seguridad y Migraciones. En seguridad les suena absolutamente todo y, se saquen lo que se saquen, sigue sonando. Es realmente frustrante. En Migraciones, los nervios de que por alguna puta casualidad del sistema te confundan con un narco son agotadores. Es que uno siempre piensa que en algún lugar lo van a trabar. ¡No puede salir todo bien el día que te vas de viaje!

Llega el momento del free shop y el primer gasto al pedo, esos 350 dólares que jamás calculaste y ya te gastaste antes de salir. Es que una cremita, un perfumito, dos o tres cajas de puchos y un whiskicito importado tientan… Chau cálculos.

La subida al avión es otro suplicio. Los aviones cada vez tienen más asientos y era mentira el aviso enorme sobre la 9 de Julio que pregonaba “y ahora más espacio en turista”. El compartimento sobre tu asiento ya está ocupado y no tenés dónde meter la valijita chiquita con rueditas, esa que te dijeron que era ideal porque cabía en todas partes… Esa que es para llevar arriba porque tiene el tamaño del pasillo y de los asientos… Ya casi no hay más asientos de dos, así que si vas solo, te tocan dos extraños, y si vas con tu pareja te toca un extraño… El extraño siempre es un moplo.

Tenés la boca seca y el avión no arranca. Hace calor porque como está en tierra todavía no prendieron el aire acondicionado. Sofocante. La azafata pasa y no te mira. Pasa otra y no te mira tampoco. Pasa un azafato y pensás que debe ser macanudo. Te mira. Le pedís el vaso de agua y te dice que no, que “hasta que no despeguemos no se puede”.

Por la ventanilla ves que todavía siguen cargando valijas, y sigue subiendo gente y sigue subiendo gente. Y te cagás de calor y ya te morís de sed. Por eso, siempre recomiendo llevar una botella de agua (que deberá ser comprada cuando pasaste seguridad, si no te la sacan).

El avión no sale y pensás que es por vos, algo mal hiciste, encima cada vez que dicen “Pasajero tal” pensás que van a decir tu nombre, como en el colegio…

Finalmente, a los 20 minutos se empieza a deslizar hacia atrás, bajan las luces de la cabina, te relajás y llega el primer suspiro. ¡Empiezan tus vacaciones! 


Fernando Peña 

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