28 de agosto de 2012

Trozos de cristal

Me tropiezo, me caigo y vuelvo a tropezar. Quizás me tomen por loca o por ciclotimica, simplemente soy un ser humano. Un ser humano que hace análisis por suerte! Pero ser humano al fin, con sus bajones y sus subidones, sus días malos y sus días buenos. Como dice la canción: hay días que parece que nunca se va a apagar el sol y otros son más tristes que una despedida en la estación.
Lo que si puedo decir es que siempre intento ver el vaso medio lleno. Aunque hay cosas que me cieguen, que me hagan agachar la cabeza, siempre intento remarla y llegar a buen puerto.
Pero no puedo evitar que los malos días me hagan pensar si hago las cosas bien, si no me estaré equivocando de rumbo.
Últimamente me pasa de hacer las como las siento correctas y sin embargo que se me desbarajusten en algún punto, mirar para atrás y decir: pero la pucha, si esta vez no me equivoqué, si hice las cosas bien!
Y ahí es donde todo se me enreda y cuando lo empiezo a desenredar me doy cuenta que tengo que dejar de pensar en el ayer y empezar a pensar en el hoy, empezar el revisionismo de mi propia historia, de mi propio ser, centrarme en quien quiero ser y no en quien no fui o en quien me va a convertir mis actos.
Soy el hoy y ahora, soy mis actos inmediatos, soy esto que veo adelante del espejo. Y pese a todo siempre me gusta lo que veo en el espejo y eso es bueno.
No puedo evitar la mirada del otro, ponerme en posición de acuerdo al otro que tengo enfrente y tratar de que me vea de la forma que pretendo o por lo menos que no lo haga como no quiero. La experiencia me demostró que eso es imposible, que hay cosas que son tan mías que por mas que intente no las puedo desterrar y que la cuestión no es hacerlas desaparecer sino abrazarlas como algo mío, hacerme cargo de eso que no me gusta y tratar de mejorarlo, desde la misma bases desde la que salió, desde mis propia entrañas, desde mi propio centro.

27 de agosto de 2012

El ruido de las cosas al caer, de Juan Gabriel Vázquez

"La edad adulta trae consigo la ilusión perniciosa del control, y acaso dependa de ella. Quiero decir que es ese espejismo de dominio sobre nuestra propia vida lo que nos permite sentirnos adultos, pues asociamos la adultez con la autonomía, el soberano derecho a determinar lo que va a sucedemos enseguida. El desengaño viene más pronto o más tarde, pero viene siempre, no falta a la cita, nunca lo ha hecho. Cuando llega lo recibimos sin demasiada sorpresa, pues nadie que viva lo suficiente puede sorprenderse de que su biografía haya sido moldeada por eventos lejanos, por voluntades ajenas, con poca o ninguna participación de sus propias decisiones.
Esos largos procesos que acabarán por toparse con nuestra vida —a veces para darle el empujón que necesitaba, a veces para hacer estallar en pedazos nuestros planes más espléndidos— suelen estar ocultos como corrientes subterráneas, como meticulosos desplazamientos de las capas tectónicas, y cuando por fin se da el terremoto invocamos las palabras que hemos aprendido a usar para tranquilizarnos, accidente, casualidad, a veces destino.
Ahora mismo hay una cadena de circunstancias, de errores culpables o de afortunadas decisiones, cuyas consecuencias me esperan a la vuelta de la esquina; y aunque lo sepa, aunque tenga la incómoda certeza de que esas cosas están pasando y me afectarán, no hay manera de que pueda anticiparme a ellas. Lidiar con sus efectos es todo lo que puedo hacer: reparar los daños, sacar el mayor provecho de los beneficios. Lo sabemos, lo sabemos bien; y sin embargo siempre da algo de pavor cuando alguien nos revela esa cadena que nos ha convertido en lo que somos, siempre desconcierta constatar, cuando es otra persona quien nos trae la revelación, el poco o ningún control que tenemos sobre nuestra experiencia."

21 de agosto de 2012

Ese viento que no despeina

Tratar de mantener todos los muros levantados no es fácil, dejar que las estanterías se caigan sin perder las estructuras cuesta tanto como mantener todo eternamente en su lugar. El cuerpo habla, mi cuerpo habla, se ahoga, se asfixia, se queda con todo atorado en el pecho sin saber que hacer, sin saber para donde correr, con el miedo de que cada paso puede ser un error, que ningún camino es el correcto y por sobre todo ninguno es seguro.
Abro las ventanas o salgo a la calle y es como si el aire no corriera, como si estuviera estancado, ahí flotando inerte. Y yo sin poder moverlo, sin poder moverme, sin lograr tomar una bocanada de algo, de vida.
Tener tantas cosas apretándome en el pecho juntas, identificadas, nombradas, no me ayuda. A veces creo que mejor seria el caos, el desconocimiento, porque saber lo que hay pero no terminar de tener las herramientas para manejarlo me deja con el no control de lo que me pasa. Pero entonces me acuerdo de la angustia del no saber y me quedo con lo que tengo, con un paso más, con un conocimiento de mi misma que no necesariamente me deja resolver todo pero al menos me deja palparlo y saber de que hablo.
Lo que hago después con eso ya son palabras mayores que todavía no incorpore a mi vocabulario.


20 de agosto de 2012

Cartas que nunca se escriben

Miran al cielo y piden un deseo, cuál sea éste, no importa de qué se trata, solo lo que importa es poder pedir eso que deseamos, que anhelamos, que tenemos en el fondo de nuestro pecho acurrucado, oprimiendo por salir, generando calor dentro del cuerpo, arremolinando ideas.
¿Las estrellas nos escucharán? ¿Oirán aquello que ni siquiera decimos en voz alta? ¿Aquello que a veces nosotros mismos no nos admitimos o directamente no logramos reconocer?
Pedir un deseo, hacer palabras, promulgar en oraciones aquello que más deseamos, lo más profundo de nuestro ser, eso que nos mueve y nos genera combustible.
Entre el dolor de identificar nuestro deseo sin poder completarlo, y el que se siente cuando no se puede ni nombrarlo ¿qué será peor? ¿Hay algo que valdrá la pena correr ese riesgo?
A veces los miedos son más fuertes que cualquier posibilidad de felicidad, o ni siquiera eso, cualquier posibilidad de expiación, de ventana al alma, de escape, de fuga. A veces los miedos son más identificables que los deseos y por eso es más fácil seguirlos, porque están, son tangibles, los vemos y podemos medirlos y a sus consecuencias. En cambio el deseo es algo efímero, es fugaz, informe, imposible de sostener, de pesar, de identificar siquiera.
Cuando dicen que hay que dejar caer las estructuras y aferrarse al deseo, suena tan poéticamente lindo, y sin embargo tan imposible como los sueños mismos.
Porque los sueños sueños son, porque los deseos existen dentro mio solo para contárselos a las estrellas, entregárselos a ellas para que guarden el secreto incluso de mí misma.

15 de agosto de 2012

Déjate convencer

Esta noche está en nuestras manos decir alguna verdad, que ya mentimos a diario a nosotros mismos. Nos mentimos cuando nos negamos lo que nos pasa y lo que nos deja de pasar, cuando queremos creer cosas que no son, cuando nos nublamos a nosotros mismos la vista para no ver lo que tenemos adelante.
Nos mentimos a diario sin quererlo, por costumbre, por ese hábito de mantener nuestras estructuras, de no dejar que las paredes caigan, de no quedarnos en la duda sino buscar las certezas.
Algunas mentiras son leves, otras las cargamos en el alma, pero todas significan una manera de prisión donde nos encerramos de manera inconsciente, sin siquiera saber que perdemos libertades, muchas veces desconocidas, impensadas, inimaginables, insoportables quizás si las hacemos conscientes.
Nos mentimos en las mismas verdades, siempre dichas a media, en voz baja, a escondidas.
Nos mentimos diciendo cosas que creemos fervientemente, pero que en algún momento se desarman, nos muestran otra cara, aquello que no sabemos o no queremos.
Nos mentimos porque nos hace felices, y nos aleja del miedo atroz de decir una verdad que al momento de decirla deje de ser tal.

Enviado desde mi iPod

12 de agosto de 2012

No reconozco

Ya vez que la vida tiene el mal gusto de seguir su curso sin contar contigo, porque la vida no se detiene, no para, corre, no camina, corre. Uno siente a veces que el viento nos empuja, que nuestros pies no pueden parar, que debemos seguir adelante, apurados, tomando decisiones, acciones, sin poder detenernos a pensar o a meditar.
La carrera de la vida nunca se termina, y a mi entender es larga, no corta como muchos dicen. Podemos pensar que es corta si tenemos la mentalidad de vivir cada minuto como si fuera el último, pero yo prefiero creer que es larga y que por eso nos da las posibilidades de vivir más cosas, de pasar más experiencias.
No todas esas experiencias son buenas, a veces nos toca correr en terrenos más complicados, con obstáculos, subidas, desniveles. Sin embargo no bajamos el ritmo y seguimos adelante, porque las patadas en el culo tiran para adelante, porque nada es tan poderoso como para hacer que nos detengamos, porque no hay escudos ni defensas ni caparazones que pesen lo suficiente para hacernos parar, y aunque corramos con nuestra coraza puesta siempre vamos a seguir adelante.
Aunque corramos solos, aunque no veamos esas huellas junto a las nuestras, la vida sigue su curso sin contar conmigo y sin contar con vos, solo sigue, fluye, me lleva quien sabe donde, quien sabe porque caminos, por más que lo intente no puedo elegir.

11 de agosto de 2012

Últimamente se vuelve Siempre

Hace diez años, o quizás un poco más, ya perdí la noción de aquellos días, escribía mi primer texto, en una vieja máquina de escribir prestada. Un texto que durante meses retoqué infinitamente, maserándose cada día por mi vida, en mi cabeza, reflejándose informe e inconexo a través de mis palabras. Ese texto se llamo y siempre se llamará "Últimamente", como su canción, como esa canción que habla de un momento y de un deseo de futuro. Desde entonces sus letras me permitieron eso, abrirme, inspirarme, conectarme con ese no se qué que llevo dentro y que siempre escupo en letras. Ese texto dio vida a este blog, me dio la necesidad de expresarme, me abrió los ojos ante una forma de escape emocional que hasta el momento me acompaña. Y anoche, escuchándolo ahí en vivo, no podía evitar pensar cien nuevos textos, las palabras se agolpaban en mi cabeza y hervían por salir. No me pasa como con otros que uno siente que la canción cuenta la propia historia, que le habla a uno. No, él genera algo diferente, despierta sensaciones diferentes con cada frase, me hace pensar má allá de la estructura de una simple canción, más allá de mi propia estructura. Me hace pensar que las palabras son interminables, implacables, imposibles de ser detenidas, que mientras tenga voz y letras todo puede ser explicado, dicho, que ningún sentimiento, sensación o vivencia merece morir dentro, que hay cosas que exceden esas palabras que quedaran plasmadas en mis textos, y que no todo exceso es malo.
Así que modificando aquello que siempre dice, familiares y amigos, si conocen el contenido de alguna de estos textos, no dejen de acompañarme en el viaje de expresarlos, de sentirlos, de maserarlos dentro y explotarlos fuera, con toda la pasión que eso implique.

6 de agosto de 2012

Vértigo, que el mundo pare

Subidas y bajadas, idas y venidas, esa calma que no llega para detener el implacable vértigo. Esta cabeza que se revoluciona cada cierto tiempo, a la que le cuesta tanto relajarse. Me encierro en mi propia cáscara, ese escudo infalible, infaltable, el ostracismo perfecto, el aislamiento de las ideas, a ver si así solas se acomodan un poco y dejan de golpearme.

Esa necesidad imperante de entrar en acción, de un cambio brusco, de un giro inesperado, de que la vida tuerza en una esquina y me deje patas para arriba.

Es raro, las ganas de caos, de movimiento, se cruzan con la necesidad de bajar un par de cambios, de tranquilidad, de no pensar. Quizás es eso, el no pensar, la acción no da tiempo a la idea,la adrenalina del movimiento no da tiempo para la reflexión, para la crítica, para golpearse por lo hecho o no hecho.

No sé que será, pero en definitiva no me aguanto en esta piel, necesito estallar y ya.Ni el llanto llega a salir, se queda ahí atorado, sin saber cómo escapar, por qué hacerlo, la angustia queda muda e inconclusa.