2 de octubre de 2009

Los gatos

Hoy puedo entender que te gusta el mate cocido, puedo entender tus gestos y tu miradas, puedo comprender eso que me decís pero no con palabras.

Puedo mirar un movimiento tuyo y descubrir cuál va a ser el siguiente, cuando tu mano se levanta e instintivamente encuentra mi cara, la toma y la acaricia.

Ese conocimiento pleno, que me hace sentir tan unida a vos, esa complicidad en los ojos, ese mirarnos y reconocernos como si este no fuese nuestro primer encuentro en la tierra, como si ya nos hubiesemos encontrado en vidas anteriores.

Quizás vos eras un gato, probablemente lo eras, y yo era una gata.

Y salíamos a pasear por unas calles abandonadas, nos tirabamos a dormir bajo la luz de la luna, sin importarnos que el mundo se siguiera moviendo, que siguiera su curso.

A quién le importa el movimiento del mundo cuando te tengo a vos?

Quizás ese movimiento a veces nos hace dudar, nos hace temblar, nos hace mirar para todos lados y sentir que estamos rodeados solo por una neblina blanca y espesa que no nos deja mirar más allá de la distancia de nuestras manos.

Y cuando miro a esa distancia siempre encuentro que junto con mi mano está la tuya, agarrándola, apretándola fuerte cuando la niebla se hace más espesa.

Esa única sensación es suficiente para seguir caminando en la neblina, sabiendo que el otro está ahí, siempre.

1 comentario: