15 de abril de 2013

Uniqua

Cuántas veces las cosas van a cambiar? Cuántas veces nos vamos a encontrar con cosas nuevas? Cuántas nos vamos a encontrar con desafíos?
Tanta filosofía barata hablando de la vida como un río que fluye, como un camino que se bifurca en sendas sencillas o sendas más complicadas. Tantas teorías elaboradas al respecto, tantas palabras se le dedica. Sin embargo, a la hora de la verdad, a la hora de la realidad, las cosas salen como salen, sin premeditación. Hasta para mí, que pienso todo mil veces antes, que le doy vuelta a la rosca hasta que se vuelve lisa y gira en falso. Hasta a mí me pasan las cosas sin pensarlas.
Lidiar con cambios bruscos nunca fue mi fuerte, supongo que no es el de nadie, pero a mí en particular me movilizan demasiado. Que un plan se salga de su curso es un mundo entero que se viene abajo. Pero cuando las cosas se encauzan de una manera u otra, la satisfacción es más grande que la esperada, la paz alcanzada no tiene límite. La adrenalina es intoxicante, la relajación posterior lo es aún más.
Tantas veces intenté imaginar situaciones, encontrar todas las vuelta posibles, todas las chances, todas las opciones, las malas, las buenas, las mejores y las peores. Y tantas veces me encontré con que la vida me sorprendió de manera balanceada, un poco bien, un poco mal, un poco mucho.
Pero así y todo creo que nunca voy a aprender, que mi mente nunca va a lograr relajarse al punto de dejar que ese río teórico fluya a su libre albedrío, nunca voy a dejar que esa rosca deje de dar vueltas, en una secuencia regular y pasiva sin fin.
Y sin nunca aprender y sin nunca dejar de sorprenderme, la vida sigue su curso y me hace quien soy, pasional e impulsiva, obsesiva y controladora. Única.

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