14 de septiembre de 2011

Y de a poco todo cambia de color

Supongamos que esta es la vida que me toca vivir, que no hay nada que pueda hacer para modificarla, solo me queda vivirla. Supongamos que las circunstancias son estas, que uno tiene que aprender a mantener las bolas dando vueltas en el aire mientras el piso se mueve y nosotros mismos nos movemos de un lado para el otro. Supongamos que nada es tan fácil como dejar que las cosas fluyan, nada tan sencillo como esperar a que las cosas pasen. Porque la realidad es que nada pasa, nada fluye, nada es determinado simplemente por el paso del tiempo, todo requiere una acción, una determinación, una decisión.
Sí, a veces nos cansamos de decidir, de determinar, de accionar. Sin embargo, no nos queda otra opción, porque las bolas tienen que seguir ahí arriba porque de otra manera se nos caen en la cabeza y nos lastiman.
Así que sigamos haciendo acrobacias, sigamos mantiendo las bolas en el aire, dejemos que el tiempo pase y todo siga su curso, pero sin quedarnos quietos mirando, sino tomando parte activa en lo que las vida nos presente. Aunque no nos guste, aunque no sea lo que esperamos, aunque de tanto en tanto nos deje una cicatriz, vivir solo cuesta vida, solo nos cuesta el esfuerzo de respirar, el resto es pasajero, forma parte de la experiencia, pero no deja de ser algo que a veces viene y a veces se va. Lo que queda somos nosotros, nuestras experiencias, lo ganado y lo perdido, quienes quedamos después de cada derrota y cada triunfo, lo que vamos construyendo con lo que nos toca.
Las metáforas de heridas y cicatrices van a quedar, no las voy a poder borrar aunque lo intente, solo queda convertirlas en nuevas cicatrices y ver como se cierran y se vuelven parte de la propia piel, determinando quien soy y quien quiero ser.

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