16 de junio de 2013

Un candombe en la cabeza que no para de sonar

Es extraño como cada segundo de la vida es afectado por una cantidad infinita de variables. Cosas que deberían tener un único típo de reacción nos generan algo contrario.
No sé si es que quizás uno se acostumbra a los golpes, entonces cada vez duele menos. O simplemente que uno se acostumbra a afrontar las cosas duras, entonces cada vez se vuelve más impermeable, más maleable, reacciona más rápido, se transforma con mayor facilidad.
Ya no tiene que ver con escudos, con paredes, con estructuras. ¿Tiene que ver con optimismo? ¿O es simplemente otro tipo de caparazón que me estoy poniendo sin darme cuenta? ¿Será realmente que ciertas cosas me las tomo más a la ligera o es que no me quiero hacer cargo de ellas?
Siento que me están bailando un malambo en la cabeza, el corazón ya no responde, tiene propio pulso, las ideas no se conectan, son incongruentes.
¿El ojo de la tormenta? ¿O la calma antes de la tempestad?
¿Será la madurez de la edad o mi inmadurez innata que le da este tono irreal a las cosas que me rodean?
Creo que no tiene sentido pensarlo mucho más, todo lo que pienso son nuevas preguntas, interrogantes, ninguna respuesta. Y si surgiera alguna, se mezclaría con el caos y no la sabría reconocer como tal.

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