3 de octubre de 2014

En tiempos difíciles, estrella polar


Él es un placer que a veces olvido que lo es, porque lo llevo a todos lados, metidito en mi celular, sale de vez en cuando en un modo aleatorio, o porque me tiento de tenerlo cerca. A veces me olvido de lo que me genera, hasta que de golpe me acuerdo, y lo disfruto como uno de mis mayores placeres.
Él me contó al oído la frase de mi primer texto, me dijo que últimamente andaba perdida, que me vencían viejos fantasmas, pero también me dijo que sucede que a veces algo te eriza la piel y te rescata del naufragio.
Me enseñó que los peces no tienen memoria a largo plazo, y que lo que más humanos nos hace es luchar contra el olvido, alejarnos de la posición de peces desmemoriados.
Y hoy me cuenta sobre el paso del tiempo, sobre las cosas que perdemos, sobre lo que fuimos, lo que somos, aquello que alguna vez soñé con tener y hoy ni siquiera añoro.
Él sigue siendo uno de mis mayores placeres, el hombre que me canta al oído cada mañana que el vértigo se apodera de nuestras vidas de manera inexorable, que todos soñamos con huir al sur para empezar de nuevo, que para absolutamente todo la excusa más cobarde es culpar al destino.
Él siempre me recuerda que no estaré sola.

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