10 de diciembre de 2010

Y que no se pare, que ni siquiera hable

“Deja que esta noche tus pies anden descalzos, no los pares si empiezan a correr” (*), porque el correr es libertad, es sentir que el cuerpo puede moverse más rápido que lo que la mente lo hace. Y sentir debajo de eso lo que nuestros pies tocan aumenta esa sensación de libertad, de liberación de cualquiera atadura que esta turra vida racional nos impone.

La base está, la base siempre existe, es esa línea de largada que nunca queremos perder de vista y a la que siempre regresamos cuando perdemos el camino. Pero sin embargo la ruta nos depara tantos obstáculos, tantos vallas por saltar que no esperamos, tantas bifurcaciones que se escapan a nuestra visión.

Me gusta creer que tengo el camino claro, o que por lo menos que puedo armar previamente el mapa de acuerdo a mis necesidades. Pero también me gusta creer que puedo encontrarme a mitad de camino un manojo de flores frescas y puedo detenerme a olerlas sin pensar en las consecuencias.

Me gusta creer todo eso, pero estoy en dudas si es realmente tan así. Quizás esta máscara de raciocinio que me calcé no es la que mejor me queda, o quizás me tapa parte de la visión y no me deja ver más allá.

O quizás no, quizás estoy tomando las decisiones correctas.

No lo sé.

Sé que hasta ahora esta actitud me está haciendo bien. Quizás la vida en su totalidad no me está saliendo como yo lo soñé, en muchos aspectos esto es real, pero sin embargo todo lo que se me está dando me está haciendo bien a mí, no será mi utopía ideada en sueños bajo el sol, pero no hay dudas de que la vida que me está tocando, y la ruta que estoy transitando, y hacerlo de la manera en que lo hago, me está haciendo bien.

 

 

(*) Estopa, Hemicraneal

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