23 de diciembre de 2010

What if...

"Yo me quedé con más ganas de juerga, lo ví todo desde la puerta", si bien es una frase referida a una historia concreta lejos de las que yo puedo llegar a contar, me viene como anillo al dedo para otra de mis muchas disertaciones sobre el qué hacer y qué no hacer, cuando parar y si es que hay que parar.

¿Tiene sentido ver todo desde la puerta, desde afuera? El otro día en una película decían que  no hay peor frase que el "what if...", que si bien no es la traducción literar quiere decir: "qué pasaría si..."

Si bien uno no puede andar por la vida a lo bobo, dando tumbos y pasos en falsos, lanzándose a cada vacío que se le presenta, tampoco puede vivir detrás de una ventana mirando como la vida pasa por enfrente, con miedo constante al fracaso o a sufrir.

No hay nada peor, realmente, que quedarnos pensando que hubiese pasado si las cosas hubiesen sido distintas. Cuando esa diferencia depende de nosotros, a veces debemos dar un salto de fe y confiar en nuestro instinto más que en nuestro sentido de supervivencia.

Sí, muchos palos me dí por tener esta filosofía, pero también muchas cosas disfruté. Y como ya dije, no es cuestión de ir a tontas y locas, nadie más contrario a eso que la Srita. Estructura. Pero sí ponerle a las cosas su justo peso, no dejar que las oportunidades se nos vayan de la mano solo por el What If.

Son muchos los golpes que llevo encima, algunos más recientes, otros durante años y de manera repetida, pero no me arrepiento de ninguno de mis actos. A veces cuesta más levantarse, pero siempre cuesta menos si miramos para atrás y nos damos cuenta que en su momento seguimos nuestros sentimientos y nuestras convicciones, que quizás algo en el camino falló, pero que fuimos siempre fieles a nosotros mismos y nos dimos la oportunidad de algo fundamental: SENTIR.

22 de diciembre de 2010

Finalizando

Me armo y me desarmo miles de veces. La estructura se cae, me tambaleo por momentos, pero ya no cuesta tanto volver a armar algo de lo que me queda y lo nuevo que surje. El volver al ruedo causa una sensación de gratificación de igual intensidad que la angustia que causa el caer.
Pero como dije en su momento: que se me caiga la estantería encima, está bueno de vez en cuando.
Porque esta bueno volverse a armar, poder volver a mirar las piezas por separado y descubrirlas de una nueva manera.
Hasta hace un año, aproximadamente, toda mi estructura no dependía de mí, dependía del otro. El problema era que ese otro no quería hacerse cargo ni de una parte de ello, lo que en realidad es lógico, porque la única que tiene que hacerse cargo de eso soy yo.
Así que de a poco fuí poniendo todo sobre mis hombros y despacito despacito empecé a caminar con todo eso sobre mi espalda. Al principio costó horrores, pero de a poco me acostumbré a la marcha y le tome el gusto a hacerlo.
Hoy por hoy no cambio por nada esa manera de caminar. Si me pierdo en la multitud, en el caos, en la sociedad, en el otro, si me pierdo aunque sea un segundo, todavía tengo atada mi soga al final del laberinto que me devuelve al lugar de donde partí, a la luz que mis propios ojos pueden ver.
Con esto no me quiero hacer la fuerte, tengo mis momentos de debilidad, mis trabas y mis falencias, muchas ellas. Sin embargo, si tengo que pensar en donde estaba hace exactamente un año, fue muchísimo el camino recorrido y creo que por la buena senda.
Este año me quiero y me respeto más a mí misma, y conocíendome, no hay mayor logro que ese.

10 de diciembre de 2010

Y que no se pare, que ni siquiera hable

“Deja que esta noche tus pies anden descalzos, no los pares si empiezan a correr” (*), porque el correr es libertad, es sentir que el cuerpo puede moverse más rápido que lo que la mente lo hace. Y sentir debajo de eso lo que nuestros pies tocan aumenta esa sensación de libertad, de liberación de cualquiera atadura que esta turra vida racional nos impone.

La base está, la base siempre existe, es esa línea de largada que nunca queremos perder de vista y a la que siempre regresamos cuando perdemos el camino. Pero sin embargo la ruta nos depara tantos obstáculos, tantos vallas por saltar que no esperamos, tantas bifurcaciones que se escapan a nuestra visión.

Me gusta creer que tengo el camino claro, o que por lo menos que puedo armar previamente el mapa de acuerdo a mis necesidades. Pero también me gusta creer que puedo encontrarme a mitad de camino un manojo de flores frescas y puedo detenerme a olerlas sin pensar en las consecuencias.

Me gusta creer todo eso, pero estoy en dudas si es realmente tan así. Quizás esta máscara de raciocinio que me calcé no es la que mejor me queda, o quizás me tapa parte de la visión y no me deja ver más allá.

O quizás no, quizás estoy tomando las decisiones correctas.

No lo sé.

Sé que hasta ahora esta actitud me está haciendo bien. Quizás la vida en su totalidad no me está saliendo como yo lo soñé, en muchos aspectos esto es real, pero sin embargo todo lo que se me está dando me está haciendo bien a mí, no será mi utopía ideada en sueños bajo el sol, pero no hay dudas de que la vida que me está tocando, y la ruta que estoy transitando, y hacerlo de la manera en que lo hago, me está haciendo bien.

 

 

(*) Estopa, Hemicraneal