2 de febrero de 2011

Otro con los ojos cerrados

Cierro los ojos, respiro hondo, no se que me inspira a hacerlo,solo siento la necesidad de ello y tengo el poder de hacer lo que mi necesidad reclama.
Mente en blanco, los ojos siguen cerrados pero ven la luz a través de los párpados. Un resto de luz que nunca nos deja, algo más allá de la luz física, una chispa especial que se mueve por nuestro cuerpo, lo recorre, lo revitaliza.
A veces sentimos que se apaga, que se esconde, que nos deja, que algo o alguien se la lleva lejos, la asfixia, la sofoca o simplemente la sopla para extinguirla. Pero en realidad no es así. Quizás se aleje un reflejo de esa chispa, apenas un segundo de su presencia, pero nunca nos abandona.
Vuelvo a respirar profundo, lo que me oprime el pecho hace que el esfuerzo tenga que ser mayor al normal, pero igual logro captar el aire que necesito y lo siento dentro de mí. Y ahora la necesidad que siento es de que ese aire sea más ligero, que entre a mis pulmones de manera sencilla, sin opresiones, sin trabas, sin diques, sin pesos. Ligera, tan ligera como quiero sentir el alma, como me quiero sentir  yo.
Dejo que el peso caiga del pecho, que caiga de mis hombros, intento soltar esa carga que me empuja hacia abajo.
Y vuelvo a respirar, esta vez a todo pulmón.

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