17 de junio de 2010

Bienvenidos al tren?

El destino no lo es todo, cada uno tiene que poner algo de sí para darle el rumbo deseado a la vida.

Si todo dependiera del destino, el universo, la suerte, o como lo quieran llamar, la vida sería muy aburrida. Seríamos solo trenes de juguetes sobre las vías de plástico dando miles de vueltas a la misma pista, viendo siempre los mismos paisajes, manejados por un invisible maquinista.

La vida no es así. A la vida hay que domarla como a un caballo salvaje: aprendiendo a tratarla pero sin hacer que pierda esa naturaleza propia que la hace tan especial.

Pero tomar sus riendas no es tan fácil. Primero hay que tener la voluntad de hacerlo, la determinación y el coraje de correr el riego de que se desboque y salgamos lastimados. Y segundo: hay que aceptar que ahora las riendas las tiene uno, por lo que no tenemos que dormirnos ni dejar de cabalgar.

Cuando la vida está en nuestras manos, cuando sentimos que las riendas se tensan, es entonces cuando comenzamos realmente a vivir. No importa cuantas veces nos caigamos y tengamos que volver a montar. No importan los moretones y cicatrices que nos queden.

Porque cada minuto vale la pena.

Poder elegir nuestro camino vale la pena.

Elegir nuestras alegrías y tristezas vale la pena.

No, no siempre es fácil, pero si queremos es posible, y el solo sentir esa posibilidad vale mil vidas vividas sobre tren artificial del destino.

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